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Previous Lesson -- Next Lesson MATEO - ¡Arrepiéntanse, Porque El Reino De Cristo Está Cerca!
Estudios sobre el Evangelio de Cristo según Mateo
PARTE 6 - LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (MATEO 28:1-20)
3. La aparición de Cristo (Mateo 28:8-10)MATEO 28:8-10 Las dos mujeres corrieron rápidamente desde la tumba. Tanto el temor como la gran alegría aceleraban su paso. Obedecieron las palabras del ángel y fueron a contar a los discípulos la gloria de Jesús, el viviente. La alegría les daba alas en su carrera. De repente, vieron a Jesús acercándose a ellas. Se detuvieron, paralizadas ante el Señor resucitado mientras él caminaba. Jesús les habló con dulzura. Aquel que estaba delante de ellas no era un espíritu ni un fantasma. Hablaba palabras comprensibles, sin maldecir a sus enemigos que lo habían crucificado ni reprender a sus discípulos que habían huido. En cambio, les dio a las mujeres su paz nueva. La expresión gozosa "Paz" es el centro de la celebración de la Pascua. Quien quiera comprender el alcance de esta salutación divina debe recordar que la separación entre Dios y la humanidad fue consecuencia de nuestros pecados, que son transgresiones contra un Dios santo. El Santo estaba en contra nuestra, y su juicio marcó la historia de la humanidad. Sin embargo, Jesús aceptó el castigo de nuestro pecado como nuestro sustituto, murió en la cruz y nos reconcilió con el Creador. Ahora tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Este llamado, "tengan paz llena de gozo", es el mensaje más grande que podemos comunicar a alguien. El Señor resucitado es la prueba y la garantía de nuestra paz con Dios. Si Cristo hubiera permanecido en su tumba, nunca hubiéramos sabido si realmente estábamos reconciliados con Dios. Pero Cristo ha resucitado, y este hecho nos confirma que Dios aceptó el sacrificio de Jesús como rescate por nosotros. Él fue el Cordero inocente que murió como santo sustituto en nuestro lugar. No había pecado en Cristo. En plena armonía con su Padre, cumplió todos los requisitos de la justicia. Así, Dios sigue siendo justo, aun cuando justifica a los pecadores, porque completó nuestro castigo en su Hijo. Querido amigo, ¿has recibido la paz con Dios por medio de la fe en Cristo, el viviente y resucitado? Cristo no saludó a las mujeres diciendo: "La paz sea con ustedes". Él no impone su paz a nadie, sino que nos hace responsables de aceptarla o rechazarla. Nos la ofrece gratuitamente, pero sin obligarnos a recibirla. Su amor nos invita con ternura a acoger su paz como personas libres. Cuando las mujeres se dieron cuenta de que era Jesús quien estaba frente a ellas, se postraron a sus pies, lo adoraron y trataron de aferrarse a él. Jesús no les impidió tocarlo, para que supieran que no era una ilusión ni un espíritu, sino un ser vivo con un cuerpo físico tangible. Al comprender la divinidad de Jesús, las mujeres sintieron temor. Por eso, el Señor enfatizó nuevamente lo que el ángel ya les había dicho en la tumba: "No tengan miedo". Con esta orden, Jesús nos dice que no debemos temer ni a la muerte ni a lo que viene después de ella, porque él es la prueba de nuestra esperanza. Después, Jesús se refirió a sus discípulos huidos como "mis hermanos". Esta hermosa expresión muestra un amor que supera nuestro entendimiento. En sus sufrimientos, muerte y resurrección, Jesús nos concedió el privilegio de participar de su propia filiación. A través de la fe en su Hijo, nos hemos convertido en hijos de Dios. El Dios eterno ya no está airado con nosotros por nuestros pecados, sino que se ha revelado como nuestro Padre santo. El Juez eterno ya no nos condena, sino que nos acepta como sus amados hermanos. ¡Cuán grande es su gracia para quienes creen, que siendo pecadores, escuchamos de los labios de Cristo: "mis hermanos"! Jesús luego llamó a las mujeres al servicio, enviándolas a sus discípulos para confirmarles el mensaje del ángel: que él iría delante de sus hermanos a Galilea y allí se les aparecería. Así, Cristo resucitado viene hoy a ti, no solo para darte gozo, sino también para enviarte a tus familiares y amigos, para que ellos también puedan encontrarse con el Señor y experimentar su gracia. ORACIÓN: Te glorificamos, Señor nuestro, el viviente que resucitó de entre los muertos, porque te encontraste con las mujeres que buscaban tu cuerpo sin vida y vieron al ángel en tu tumba vacía. Te damos gracias porque les ofreciste tu paz, habiendo hecho la reconciliación entre Dios y la humanidad. Tú eres nuestra paz. Nos has hecho tus hermanos y hermanas, hijos de nuestro Padre celestial. Te glorificamos porque, con tu resurrección, demostraste tu santidad, nuestra salvación real y tu triunfo sobre la muerte. Nos hiciste mensajeros de tu vida. Nos diste vida para que comuniquemos tu paz a quienes quieran vivir en ti. PREGUNTA:
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