Mobile device - Print - Bottom

Previous Lesson -- Next Lesson

9. Regreso de Pablo a Jerusalén y Antioquía (Hechos 18:18-22)

---

HECHOS 18:18-22
18 Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas, antes de embarcarse, se hizo rapar la cabeza a causa de un voto que había hecho. 19 Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos. 20 Estos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos. Él no accedió, 21 pero al despedirse les prometió: «Ya volveré, si Dios quiere». Y zarpó de Éfeso. 22 Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía.

El Señor Jesús plantó iglesias vivientes en Macedonia y Grecia a través de Pablo, su siervo, que solía dejar a uno de sus colaboradores en estas iglesias para fortalecerla. Con el tiempo, Pablo tuvo la certeza de que su servicio había terminado en Grecia, pues el Espíritu del Señor le indicó que regresara a la Iglesia Primitiva en Jerusalén y Antioquía para unir las nuevas iglesias con las anteriores, a fin de que las nuevas iglesias no se queden aisladas.

Es probable que Pablo, en vista de la unidad de la Iglesia, tomara la decisión de informar a los hermanos de Jerusalén de las grandes cosas que el Señor había hecho para que participaran en el júbilo de su procesión triunfal. No sabemos exactamente porqué Pablo se hizo rapar la cabeza a su regreso a Jerusalén. Pero ciertamente no se hizo cortar el pelo para invocar sobre sí la gracia del Señor, pues era consciente de que toda la gracia se da sólo por la fe. Tal vez Pablo quería con este voto agradecer a Cristo toda la gracia que le había concedido a él y a todas las iglesias.

Cuando Aquila y Priscila se enteraron de que el apóstol de Cristo dejaría Corinto, decidieron también abandonar la ciudad, tal vez porque eran perseguidos por haber dado trabajo a Pablo. Así que viajaron todos juntos a Siria. Sin embargo, el barco ancló durante algún tiempo en Éfeso, donde la pareja se quedó y abrió un taller.

Hacía tiempo que Pablo anhelaba predicar en esta capital, pero el Espíritu Santo le impidió entrar y ministrar en la provincia de Asia. El mismo día en que el barco ancló en la orilla del mar, Pablo bajó a la ciudad. Deambuló por ella y estudió sus posibilidades de servicio y predicación. Entró en la sinagoga de los judíos y explicó la Ley a los judíos, que se asombraron de su explicación y le pidieron que volviera a ellos el sábado siguiente.

Pero Pablo no accedió a su petición, pues su destino era Jerusalén. Quería ir allí, y se vio obligado a ir, aunque las puertas del servicio estaban abiertas de par en par en Éfeso. La voz de su Señor le empujó a alejarse de este centro, que era el eslabón perdido en la cadena de las iglesias plantadas a lo largo de toda la línea que iba desde Turquía hasta Grecia. Sin embargo, Pablo no predicaba según su propia voluntad, sino según la voluntad del Señor, como escribió el apóstol Santiago (Santiago 4:15). Al final de su segundo viaje misionero, Pablo sabía que el camino de la predicación en un tercer viaje está completamente preparado en la capital de Éfeso, pues había encontrado allí un trabajo para ganarse la vida, y una sinagoga que no le había contradicho, sino que sus principales miembros le pidieron que se quedara más tiempo.

Así que Pablo llegó por mar a Cesarea de Palestina agradecido. Subió a Jerusalén y saludó a los hermanos de la iglesia, y adoró en el templo como un judío fiel. No permaneció allí mucho tiempo, sino que volvió a la iglesia de Antioquía, que ya lo había enviado a predicar entre los gentiles. El nombre de Cristo fue muy alabado, pues la predicción del Espíritu Santo se había cumplido de manera maravillosa. Antes salía con Bernabé bajo la dirección del Espíritu Santo sin un designio premeditado, y ahora se plantaban muchas iglesias por todas partes, incluyendo ancianos fieles. El Espíritu Santo había salvado y santificado a muchos, y la salvación de Cristo se había extendido efectuando su poder continuamente.

ORACIÓN: Señor Jesucristo, te adoramos por las Iglesias que se fundaron en todo el mundo por tu muerte en la cruz. Tú guiaste a tus apóstoles por tu Espíritu, y santificaste a sus oyentes por la fe. Guárdanos de los engañadores, de los fanáticos, de las filosofías y del engreimiento en los asuntos sociales, para que nos aferremos a tu Evangelio y glorifiquemos tu nombre como nuestro Salvador y Señor venidero.

PREGUNTA:

89. ¿Cuáles fueron las cuatro ciudades que Pablo visitó al final de su segundo viaje misionero?

Mobile device - Print - Top