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e) El sublime propósito de predicar (Mateo 10:40 - 11:1)

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MATEO 10:41-42
41 Cualquiera que recibe a un profeta por tratarse de un profeta recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo por tratarse de un justo recibirá recompensa de justo. 42 Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa». (1 Reyes 5:17, 8:24; Mateo 25:40; Marcos 9:41)

El salario de un profeta es el cumplimiento de su profecía. Su esperanza no es aparecer como un mentiroso en su discurso, sino como un invocador en nombre de Dios. Isaías proclamó la venida de Cristo como un bebé (Isaías 9:6); Jeremías manifestó la morada de la ley en el corazón de los creyentes; Ezequiel profetizó que el corazón nuevo es un don de Dios, mientras que Daniel vio el triunfo de Cristo sobre los reinos terrenales y la progresión hacia el juicio final. Estos profetas deseaban con urgencia que sus profecías se cumplieran rápidamente. Su salario es la venida de Cristo de nuevo para perfeccionar el plan de salvación y el reino de Dios en la tierra.

Agradecemos a Dios Padre que Cristo haya venido realmente. Su reino espiritual descansa en sus discípulos, que a menudo son considerados pequeños en el mundo. Sin armas terrenales, se dirigieron a las ciudades y pueblos para ganar a muchos para el reino divino del amor. ¡Cuán sorprendente es que, para muchos de los que los despreciaban, perseguían, azotaban y mataban, parecieran pequeños y débiles ante Dios! Pero quien los recibe, recibe a Dios en persona, y quien les da un vaso de agua fría, recibirá una gran recompensa.

Su pan de vida prometido es Cristo mismo, si creen en Él. La bendición que acompaña a los hijos de Jesús no es una esperanza imaginaria. Es el poder del Espíritu Santo y la morada de Dios en los corazones de los arrepentidos, la esperanza eterna del mundo.

La amabilidad hacia los discípulos de Cristo, que Él aceptará, puede hacerse con la mirada puesta en Cristo y por amor a Él. Un profeta debe ser recibido en el nombre de su Señor y un justo en el nombre de Aquel que lo justificó. Los pequeños deben ser bendecidos “en nombre de un discípulo”; no porque los discípulos sean cultos o ingeniosos o porque sean nuestros vecinos, sino porque llevan la imagen de Cristo. Son al mismo tiempo profetas y discípulos, y por eso son enviados por encargo de Cristo. El creer en Cristo es lo que da un valor aceptable a la bondad que se hace a sus ministros.

ORACIÓN: Te glorificamos, Padre nuestro, por haber enviado a Cristo a nuestro mundo, pan para el mundo y luz para las naciones. Él es nuestro salario. Si le aceptamos por la fe y confesamos su santidad a los demás, Él saciará al sediento y satisfará al hambriento. Te damos gracias porque cuidarás de los perseguidos por tu nombre y les darás refrigerio en medio de las angustias.

PREGUNTA:

112. ¿Cuál es el salario de los profetas, de los justos y de los seguidores de Cristo?

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