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d) La mansedumbre supera la venganza (Mateo 5:38-42)

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MATEO 5:40-42
40 Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. 41 Si alguien te obliga a llevarle la carga una milla, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda. (1 Corintios 6:7; Hebreos 10:34)

Cristo también nos libera del materialismo, ya que vivió entre nosotros en humildad, mansedumbre y satisfacción. Hoy nos transforma a su imagen y semejanza. Este propósito divino se manifestó en la experiencia de un carpintero que regresaba a su hogar después de reunirse con sus hermanos en la fe. Observó a dos ladrones que se llevaban troncos de su propiedad. El carpintero se mantuvo sereno. Les ayudó e incluso añadió otros objetos. Finalmente, les acompañó hasta el vehículo, lo que les hizo pensar que él también era un ladrón dispuesto a participar en su delito. Sin embargo, pronto se ruborizaron cuando les reveló que era el dueño de la propiedad. Enfrentó su robo con mansedumbre y amor. Uno de ellos se sintió tan avergonzado de sí mismo que se arrepintió y se entregó a Cristo, confesando sus pecados. No olvides que Cristo está dispuesto a liberar tu corazón de tus derechos y posesiones para dedicarlo al sacrificio amoroso y al servicio desinteresado.

En resumen, los cristianos no deben ser propensos a los litigios. Los agravios menores deben ser ignorados. Si la ofensa requiere que busquemos reparación, debe ser con un propósito noble y sin albergar pensamientos de venganza. No debemos provocar ofensas, pero debemos enfrentarlas con alegría en el cumplimiento de nuestro deber y extraer lo mejor de ellas. Si alguien dice: “La carne y la sangre no pueden ignorar tal insulto”, que recuerde que “el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50).

El Espíritu Santo nos orienta a compartir de manera sabia y generosa nuestra comida y dinero para evitar caer en la avaricia. Nuestro Padre celestial no nos impuso la limosna, el ayuno y la oración como requisitos para nuestra salvación, ya que Él es el amante y el dador ilimitado y desinteresado. Nos bendice y nos salva junto con todos los que aceptan su bondad generosa. Su intención es que también nosotros nos transformemos en un caudal rebosante de su gracia, que prestemos a los necesitados sin intereses, que rechacemos en nosotros el amor al dinero y que glorifiquemos su nombre a través de una vida de sacrificio.

Estemos dispuestos a prestar, que en ocasiones es un acto de caridad tan significativo como dar, ya que no solo alivia la urgencia actual, sino que también impulsa al prestatario hacia la providencia, la diligencia y la honestidad. Por lo tanto, no rechaces a aquel que desee pedirte prestado algo para subsistir, o algo para comerciar. No rechaces a aquellos a quienes sabes que te piden algo de esta naturaleza, ni inventes excusas para evadirlos. Facilita el acceso a quien te pida prestado: aunque sea tímido y no tenga la confianza para exponer su situación y solicitar el favor, comprende su necesidad y su deseo, y, por lo tanto, ofrécele la bondad que sea posible y prudente.

ORACIÓN: Padre celestial, estás repleto de paciencia y amor, y tu Hijo es la bondad y suavidad encarnada. Te rogamos que perdones nuestra desobediencia y nuestra hipersensibilidad, y que extingas nuestro egoísmo y nuestro corazón endurecido para que podamos ser fuertes en el sacrificio y en la humildad. Ayuda a los pecadores y atrae sus corazones hacia el arrepentimiento a través del amor, para que ellos también puedan comportarse como hijos de tu Espíritu Santo.

PREGUNTA:

60. ¿Quiénes son los que se liberan a sí mismos?

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