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Previous Lesson -- Next Lesson MATEO - ¡Arrepiéntanse, Porque El Reino De Cristo Está Cerca!
Estudios sobre el Evangelio de Cristo según Mateo
PARTE 5 - LOS SUFRIMIENTOS Y LA MUERTE DE CRISTO (MATEO 26:1-27:66)
20. Jesús ante el tribunal civil romano: Las dudas sobre la realeza de Jesús (Mateo 27:11-14)MATEO 27:11-14 Jesús compareció ante el tribunal civil dirigido por Pilato, el gobernador romano y autoridad suprema en Palestina. Pilato era un hombre violento, despreciaba al pueblo y el pueblo lo odiaba. Sin rodeos, preguntó a Jesús sobre la acusación presentada por el consejo religioso: «¿Eres tú el rey de este pueblo?» Los astutos ancianos no habían acusado a Jesús únicamente por motivos religiosos según su ley, sino que también lo atacaron desde una perspectiva política, con el fin de obligar al gobernador a intervenir. Si hubieran presentado una queja basada en disputas sobre la Ley de Moisés, Pilato los habría desestimado sin interés. Si Jesús hubiera negado ser el rey de los judíos, probablemente habría sido liberado. Sin embargo, confirmó que sí era el esperado y único Rey divino. Su afirmación clara de su realeza ratificó que era el verdadero Rey, el legítimo dueño de su reino, con autoridad absoluta. ¿Cómo respondes tú al derecho del Rey sobre tu vida? ¿Reconoces que le perteneces? ¿Obedeces sus mandatos? Cuando Pilato escuchó la afirmación de Jesús sobre su realeza, quizá sonrió con desdén, considerando a aquel nazareno un asceta inofensivo. No veía en él preparación alguna para establecer un reino, reunir un ejército o provocar una revuelta. Sus espías le habían informado que Jesús sanaba enfermos, predicaba sobre la mansedumbre y promovía la abstinencia, el amor y la verdad. Había entrado a Jerusalén montado en un burro y sin portar armas. A los ojos de Pilato, alguien así no representaba amenaza alguna para el Imperio Romano. Pronto, el gobernador se dio cuenta de que Jesús no era un rebelde político. Era evidente que no buscaba establecer un reino terrenal ni preparaba una revolución. Por lo tanto, Pilato quiso liberarlo. Cuando los ancianos notaron que Pilato estaba a punto de soltar a Jesús, comenzaron a gritar que él era un agitador y un enemigo mortal de César. Jesús no respondió a estas acusaciones, sino que guardó silencio hasta que el gobernador le ofreció la oportunidad de defenderse. Él sabía que Pilato comprendía la verdad y tenía la responsabilidad de dictar una sentencia justa. Su silencio se convirtió en una invitación clara para que la conciencia del gobernador reconociera su inocencia y lo dejara en libertad. ORACIÓN: Oh, manso Cordero de Dios, tú eres el León de la tribu de Judá. Eres el Rey prometido, el Hijo de David y el Hijo de Dios al mismo tiempo. No te defendiste, sino que afirmaste la verdad. Te glorificamos por tu paciencia, dominio propio y disposición a morir. Tu muerte en la cruz como sustituto de los pecadores nos libró de la maldición y el castigo. Nos capacita para proclamar el reino de tu paz y difundir tu bondad a todos los que aman la verdad. PREGUNTA:
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