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1. La entrada de Jesús a Jerusalén (Mateo 21:1-9)

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MATEO 21:6-9
6 Los discípulos fueron e hicieron como había mandado Jesús. 7 Llevaron la burra y el burrito y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. 8 Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. 9 Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba: —¡Hosanna al Hijo de David! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Hosanna en las alturas! (2 Reyes 9:13, Salmos 118:25-26)

Cristo vino de acuerdo con las antiguas promesas. Entró en Jerusalén en la procesión del Rey del Amor, llevando la paz de Dios en su corazón, montado en un burro y no en un caballo, como lo hacían los reyes y conquistadores. El Hijo de Dios llegó con bondad y humildad, no con juicio, ira ni severidad. Su propósito era rescatar a quienes se habían extraviado. Como Sumo Sacerdote y Cordero de Dios, completó por sí mismo la expiación por los pecados del pueblo.

Sin embargo, las multitudes no comprendieron el propósito de su primera venida. Esperaban una nueva era de comodidad, poder y gloria. Por eso lo aclamaron con las palabras usadas por el sumo sacerdote al reconciliar a la nación con Dios. Pero buscaban la ayuda y bendición de Dios solo para vencer a los romanos ocupantes, en lugar de recibir el perdón de Dios en sus corazones.

Aquellos que aceptan a Cristo como su Rey deben someter todo lo que son y poseen a sus pies, tal como la multitud extendió sus mantos en el camino. Cuando Cristo venga, debe decirse al alma: “¡Tiéndete en el suelo, para que pasemos sobre ti!” (Isaías 51:23). Mientras los discípulos colocaban sus mantos sobre el burro, algunos de la multitud tendían los suyos, junto con ramas de árbol, en el camino. Este acto era una tradición durante la Fiesta de los Tabernáculos, que simbolizaba libertad, victoria y gozo. También se menciona esta fiesta en el contexto de los tiempos del evangelio (Zacarías 14:16).

Hoy, Cristo llega a las personas por medio de su Espíritu. ¿Reconoces este privilegio? Él comunica la gracia de Dios con el propósito de habitar en ti. ¿Qué harás? ¿Lo adorarás? ¿Tus labios alaban su nombre? ¿Te ofreces tú y tus habilidades a su disposición, como hizo el pueblo al extender sus mantos bajo sus pies? El Hijo de Dios está viniendo. ¿Cómo lo recibirás?

En ese tiempo, los judíos vivían bajo el yugo de la colonización romana. Recibieron a Cristo con entusiasmo, esperando obtener de él poder contra los romanos. Pero él no les prometió apoyo político ni les ofreció ayuda para alcanzar sus metas mundanas. De igual manera, el Señor no necesariamente te elevará a una posición de poder ni te concederá riquezas materiales. Más bien, quiere llevarte de lo temporal a lo eterno, del egoísmo al amor. Si lo recibes con motivos mundanos, es probable que pronto lo rechaces. Pero si le pides perdón por tus pecados y buscas su paz, él abrirá tu corazón y habitará en él. Entonces, el gozo eterno llenará tu vida.

ORACIÓN: Padre, no soy digno de que entres a mi hogar. Purifícame junto con muchos corazones y mentes de nuestra nación para que tú puedas entrar y vivir en nosotros para siempre. Santifícanos con tu poder. No pases solo por nosotros, sino quédate con nosotros y con todos aquellos que te buscan con esperanza en todo el mundo.

PREGUNTA:

186. ¿Qué podemos aprender de la entrada de Cristo a Jerusalén?

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